Arte urbano en Colombia

 El origen del arte urbano en Colombia es ilegal, y aun así ha llegado a las galerías de arte (¿convirtiéndose en legal?); puede leerse como un símbolo de contracultura, por sus cualidades irreverentes, transgresoras, opuestas a lo establecido.

Pero además hay cuadernos, stickers, moda con estilo grafiti, y el mismo artista que estampa su firma ilegalmente en un edificio, también la dibuja en la parte inferior de un contrato con el Estado (¿convirtiéndose en parte de la cultura?). Desde la orilla que se mire, la discusión pasará por los mismos debates que comenzaron después de las protestas de mayo del 68 en París, que continuaron en los setenta y remataron con las regulaciones antigrafiti de Nueva York durante la década de 1980. ¿Arte o vandalismo? Si el espacio público es de todos, ¿por qué no puede usarse para pintar?

El origen del arte urbano en Colombia:

 El arte urbano que llegó a Latinoamérica y especialmente a Colombia en los años ochenta a través del grafiti, comenzó siendo un medio de expresión con importante crítica social, anónimo, mordaz, y funcionó como un mecanismo contestatario frente al establecimiento. En la actualidad, Bogotá es la ciudad de Colombia con mayor movimiento de artistas urbanos. El año pasado, Bombing Scene, blog especializado en street art, la ubicó en el séptimo lugar entre las mejores 99 ciudades para hacer grafiti en el mundo.




Además, el diario inglés The Guardian publicó una galería fotográfica con la selección de algunos murales de Bogotá, que calificó como “La meca de artistas callejeros”. 

 

                     Graffiti en las construcciones típicas de La Candelaria, en Bogotá, Colombia

Stinkfish “Todo muro es ideal para hacer grafiti”, sentencia desde el interior de un café, Stinkfish, hijo de antropólogos y defensor del arte urbano en Colombia, el que raya con lo ilegal. “Nos quieren hacer creer que es bueno hacerlo solo en ciertos espacios, que mientras se haga ahí, está bien, cuando es todo lo contrario. Acá mismo podría pintar, subirme en una silla y escribir mi nombre”, puntualiza.

                                                                       Stinkfish

Stinkfish –cuyo nombre verdadero, edad y hasta rostro suele ocultar– nació en México, pero desde muy pequeño migró a Bogotá, Colombia, donde en 2003 comenzó a pintar. Con algunos de sus amigos de aquella época formó el colectivo Excused Printsystem. Años después fundó el crew APC ( Animal Power Culture) con el artista Aeon (Lorenzo Masnah), al que se han unido decenas de creadores no sólo de Colombia, también de México, Estados Unidos, Venezuela y otros países de Latinoamérica, además de Brasil y de algunos países de Europa como España u Holanda. Su divisa es la total libertad de creación.

                                                           Stinkfish en Viena, Austria
De la obra de Stinkfish se ha dicho que llega a “cortar el aliento” (The Street Art Curator, 21 de septiembre de 2013). Su estilo multicolor es inconfundible. Su método también: Stinkfish transforma en obra las imágenes fotográficas que él captura por donde va. Una vez que elige el personaje o los personajes, elabora esténciles de medio y gran tamaño que utiliza en una sola ocasión. El resultado lo combina con efectos coloridos, psicodélicos.

Resaltan sus retratos de niños. Stinkfish explica a Muro: “La mayor parte de la gente con la que me relaciono artísticamente son niños. Con ellos encuentro una conexión más directa. Cuando estoy en la calle estoy más pendiente de los niños, quienes tienen una actitud muy libre. Pocas veces hago fotografías con poses. Mis fotos son naturales. Y los niños tienen una actitud muy abierta frente a la cámara. Son más espontáneos estén donde estén: en el médico, el colegio, la iglesia, la calle…”.




En sus palabras, una imagen es grafiti solo si cumple con tres reglas: independencia, ilegalidad y anonimato. Sobre la primera dice que aunque suene bonito que el Estado brinde recursos y espacios para pintar, al final significa: “Los controlamos, pintan donde queremos y lo que queremos. No lo juzgo porque venimos de una profesión donde no hay remuneración fija, no hay sueldo. Mi posición no es decir qué no se debe hacer, es más pensar qué se debe hacer”.


Stinkfish ha recorrido el mundo pintando muros. Es el fundador del colectivo Animales Poder Cultura (APC). 

                                                                         Lina Arias
Maestra en Artes Visuales, egresada de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia en el 2005, Lina Arias ha desarrollado diferentes proyectos creativos en dirección de arte, producción de eventos, montajes urbanos, instalaciones, muralismo y Street art.

Por más de 9 años, explorando historias, textos, imágenes y experimentando técnicas que partieron del collage, la instalación, la escultura y la pintura, Lina ha creado un lenguaje sugestivo, en donde la fantasía y la melancolía se convierten en la esencia de estos seres que viven en tierras de un imaginario que desde pequeña quiso ponerles su lugar. escenas circenses y  teatrales con personajes fantásticos cargados de magia, fuerza y color; tocados, vestidos bordados y elementos antiguos son algunos iconos característicos en su obra, su interés por los rituales, culturas ancestrales y mágicas.

Las múltiples posibilidades que le da su obra, la han llevado a desarrollar proyectos dentro y fuera del país, como intercambios culturales, exposiciones, intervenciones urbanas y Festivales en Brasil, México, Estados Unidos, Ecuador y Colombia.

                                                                      Lina Arias
    









Después de terminar Diseño Gráfico en la Universidad Nacional en 2003, formó con tres amigos el colectivo Excusado, que organizó Desfase, el primer festival de arte urbano del país. De la publicidad al arte urbano en Colombia “Estuve hasta 2008, cuando entró un agente externo que quiso usar el grafiti en la publicidad. Comenzamos a hacer cosas así y me di cuenta de que no estaba acorde con lo que habíamos comenzado”. Así que, fiel a esa filosofía, formó junto con amigos el colectivo APC (Animales Poder Cultura), que actualmente agrupa a más de 60 personas en diferentes países. No se considera artista, se presenta como alguien que hace grafiti, que toma una fotografía con su Canon G1X y luego la vuelve un muro que puede tardarse pintando desde un par hasta seis horas en Bogotá, Tijuana, Beijing, La Paz, México, Berlín, Londres, Viena o en alguna otra parte. “Me dicen: ‘¿por qué no hace grafiti que apoye a los indígenas?, ¿por qué no hace grafitis que vayan en contra o a favor del gobierno?’: porque no tengo la responsabilidad de hacerlo ni quiero tenerla. Hago destrucción de ideas, de cómo se entiende la vida, de por qué decidí pintar en la calle y no trabajar en una agencia de diseño, de por qué con la plata que gano, en vez de ahorrar para comprar un carro, me la gasto en pintura”. Lina Arias.
“Yo no hago grafiti, hago arte en la calle, muralismo, comencé pintando en caballete”, se apresura a decir Lina Arias. “No me interesa ser anónima, muestro mi imagen tranquilamente. Soy artista visual y he manejado proyectos como El antídoto, una galería itinerante en donde acercábamos a la gente del común al arte urbano en Colombia de artistas que apenas comenzaban”, añade. Su trayectoria se ha enfocado más hacia el trabajo en galerías. Ha expuesto en lugares como Quito y California y ha participado en eventos como la Aruba Art Fair.


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